
Erik Satié fue un compositor sorprendente en muchos sentidos. Tanto, que no es necesario enterarse de los detalles de su vida para apreciar profundamente su música. Basta decir que nació a mediados del siglo diezinueve, y que además de influenciar a la generación de músicos y artistas modernos en París con composiciones que en su tiempo eran consideradas casi bromas, dió comienzo con humor y solemnidad a la vez, a la ahora tan cansada tradición de la repetición en la música. Que fue admirado por los dadaistas y que colaboró con Picasso y Cocteau me parecen hechos menos interesantes que su breve relación con la orden Rosacruz en Paris. Uno de sus temas mas enigmáticos (para mí) y del cual algunos críticos se expresan en términos musicales aun más sorprendentes es
Gnossiennes, del cual hasta el título es un rompecabezas.
Llevo meses urgando casi obsesivamente queriendo descifrar lo que me provocan esas piezas que incluso ahora me parecen ajenas, misteriosas pues parecen mutar de una interpretación a otra.